Lucha social en vagonetas de lujo
Muy lejanas quedaron las señales de austeridad, con las que el
Gobierno de Evo Morales ganó autoridad moral para criticar y conducir un cambio
con respecto de las políticas neoliberales del pasado. El avión presidencial,
la compra de decenas de vagonetas de lujo, los innumerables viajes al exterior
y al interior del país, con comitivas innecesariamente nutridas, y los
constantes como inútiles festejos masivos nos han demostrado que el derroche
insulso es la nueva tónica de esta insólita forma de hacer “revolución
democrática y cultural”.
José Mujica, presidente del Uruguay, quien es conocido en la región
por hacer de la austeridad un modo de vida, afirma que vivir sin lujos es una
elección consciente para evitar las trampas del poder y la riqueza. Desde esta
lógica,es indudable que nuestros socialistas cayeron rendidos en la trampa y,
seducidos por ese mundo material que antes les fue ajeno, sepultaron
definitivamente el tiempo en el que una chompa de lana era un atuendo digno, un
pequeño departamento con pocos muebles era un lugar decente para vivir,y unos
libros eran un patrimonio suficiente. Salvo en el caso de Mujica, al parecer,
al cambiar de lugar en el escenario de las relaciones de poder, cambian las
perspectivas y, en consecuencia, las convicciones.
Así, quedaron en la anécdota los duros discursos que fustigaron a
Manfred Reyes Villa por la compra irregular de 13 vehículos de lujo para la
Prefectura y la intención de adquirir un helicóptero. Lo que en ese tiempo no
eran más que “arbitrariedades y caprichitos” del exprefecto, para pasear y
simplificar su vida, ahora es una necesidad, una nueva forma de lucha social.
Es un hecho, cambiaron, decidieron subirse al carro del consumismo
improductivo que critica Mujica, pero –y es lo que indigna– no quisieron
hacerlo solos, con ellos vienen arrastrando a todos los que han expresado la
lucha social, revolucionaria, anticapitalista y, en consecuencia, sobria y
alejada de los bienes inútiles; reparten como chicles vagonetas de lujo,
otorgan sedes a las organizaciones sociales y, para matizar, les construyen
canchitas de futbol con césped sintético, si no un coliseo capaz de albergar el
triple o más de población existente en los alrededores. El silencio y la
claudicación de los beneficiados son la prueba de la finalidad de tanto
desprendimiento.
La compra de conciencias, hay que reconocerlo, ha caracterizado las
estrategias políticas de todos los Gobiernos; pero lo que antes era un hecho
subrepticio y reservado, hoy se ha llevado al acto público, en el que el
Gobierno presume su capacidad de corromper, y se asegura de evidenciar la
subordinación, conscientemente asumida, de las cúpulas de las organizaciones
sociales que reciben agradecidas las dádivas del jefe.
Así lo hizo con la COB, la CSUTCB, los interculturales, entre otros,
sectores que han acompañado a Morales y, desde su lógica prebendal, dignos
merecedores de premiación. Lo que nunca hubiéramos imaginado es que los regalos
llegaran, en forma de vagonetas lujosas, a las federaciones universitarias
locales, símbolo de la resistencia combativa, contestataria que, en las calles,
sin ningún otro artilugio más que sus voces encendidas y el estruendo de
petardos han desafiado e interpelado a todos los Gobiernos de turno.
Hoy en día el movimiento estudiantil, lamentablemente, no es el de
antes. Por ello, no extraña que el representante de Cochabamba, Alejandro
Mostajo, haya sido el único en interpretar este hecho como una acción para
comprar a los dirigentes y evitar su movilización. El Gobierno ha aprovechado
la desideologización del movimiento estudiantil y la corruptibilidad de varios
de sus dirigentes, como es el caso del representante actual de la CUB, otrora
furioso antimasista y miembro de la organización fascistoide Juventud Kochala,
que acompañó a Reyes Villa, incluso en su intención de copar espacios al
interior de la UMSS.
Pero el negocio de las vagonetas, además de enriquecer a una
importadora de vehículos de lujo, cada vez más cercana a la administración de
Morales, inevitablemente tendrá un efecto bumerán pues, mientras sus beneficiarios
directos se degradan y deslegitiman, los miles de estudiantes, de indígenas,
campesinos y trabajadores van acumulando indignación y recuperando la
conciencia política.
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