El vivir bien y la Coca-Cola
El 13 de julio de 2012, el Jefe de la
Diplomacia del Estado plurinacional, David Choquehuanca, a propósito del
festejo del Día del Solsticio de Verano en la Isla del Sol, desconcertó a
propios y extraños afirmando que el 21 de diciembre finalizaría la Era de la
Coca-Cola: “… vivimos en la macha, vivimos la oscuridad, vivimos el
egoísmo, vivimos el individualismo … tiene que ser el fin de la Coca-Cola, es
el comienzo del mocochinchi, del willkaparu, es el comienzo de la pacha…".
Obviamente el Canciller, ideólogo de
la cosmovisión aimara, se refería a la Coca-Cola como símbolo del capitalismo, al
que se contrapone el relato del Gobierno que el 2006 marcó una ruptura con los
gobiernos pasados, para inaugurar el denominado “proceso de cambio”. Desde la
llegada del MAS a Palacio, Choquehuanca ha sido uno de los pocos que se
esforzaron en incluir y explicar, en el discurso oficial, el verdadero significado
del Estado plurinacional y de sus fundamentos ideológicos: la descolonización y
el vivir bien.
Sin embargo, la misión de Choquehuanca
no fue muy exitosa. Sus esporádicas participaciones se redujeron a anécdotas,
en las que las explicaciones sobre el sexo de las piedras y las diferencias
semánticas entre danzar y bailar o comer y alimentarse solo lograron dar la
excusa, a la oposición de derecha, para caricaturizarlo y atizar las
representaciones mentales negativas que siglos de colonialismo nos han legado
con respecto a los pueblos indígenas, sus lenguas y sus culturas. Por su parte,
la endeble convicción del Gobierno con respecto a su propio relato, y las confrontaciones
producidas a lo largo del proceso constituyente reinstalaron la falaz antípoda
entre las culturas indígenas, asociadas al pasado, y la modernidad, signo de progreso y futuro.
En ese camino, la derecha aprovechó la
heterogeneidad de las concepciones manejadas por los representantes del
oficialismo, con respecto a la plurinacionalidad, la descolonización y el vivir
bien, para cargarlos de connotaciones negativas, impregnadas de una alta dosis
de racismo: redujo la plurinacionalidad al mundo indígena, y este a la
ignorancia y al pasado. Además, analogizó indígena a masismo, por lo que la
plurinacionalidad se consolidó como el proyecto del MAS.
A partir del segundo mandato de Evo
Morales, esos conceptos siguieron un proceso de resignificación, esta vez
generada por el mismo Gobierno. Para este efecto, en primer lugar, el
significante Evo Morales se vació de su significado anterior (‘cocalero’,
‘indígena’, ‘sindicalista’) para significar ‘pueblo’, ‘antiimperialismo’ y
‘redentor’, y, en consecuencia, ‘proceso de cambio’. Resultado de ello, estar
en contra de las políticas implementadas por Evo Morales supone estar en contra
del proceso de cambio, y, por lo tanto, a favor de la derecha, del
neoliberalismo y del Imperio.
Como Evo Morales ha pasado a encarnar
el proceso de cambio, la descolonización y el vivir bien dejaron de funcionar
como los fundamentos ideológicos en el discurso gubernamental, porque, además,
a partir del conflicto del Tipnis, perdieron legitimidad, y, debido a ello, su
fuerza retórica. Asimismo, el tiempo ha demostrado que Evo Morales no cree en la
descolonización ni en el vivir bien, que representan la construcción de una
alternativa civilizatoria donde las distintas culturas y concepciones de vida tengan
posibilidad de subsistir y desarrollarse dentro de sus propias lógicas, para
dialogar en igualdad de condiciones con la occidental. Por ello, no es casual
que estos términos estén siendo desplazados, paulatinamente, por desarrollo, modernidad y progreso.
Prueba de lo anterior es que cada que Evo
Morales pone un pie en el Tipnis, la
vida indígena que, desde su filtro desarrollista huele a extrema pobreza, lo
sobrecoge; no entiende cómo pueden habitar viviendas sin ladrillos, ni
calaminas, ni antenas de TV. Tampoco entiende que se sigan dedicando a la caza
y la pesca, por lo que, en una de sus visitas, se sintió en la obligación de
censurar esas prácticas y aconsejar la adopción de otros medios más civilizados
de producción.
Pese a los ornamentos indígenas, gran
parte del discurso de Morales está acompañando la perpetración de uno de los
procesos colonizadores más eficaces en su resultado aculturizador. Tal como la
mirada de los religiosos españoles en la Colonia finalmente consiguió que los
indígenas se avergonzaran de su desnudez, la mirada del Gobierno se esfuerza en
avergonzar a los indígenas de su desnudez de objetos, de ambición material, de
cemento y fierros.
En esa lógica, ya sea por el chantaje
o por el prebendalismo, muchos dirigentes indígenas afines al MAS se han visto
en la penosa situación de respaldar las decisiones de Morales, aunque estas
entren en profunda contradicción con su cosmovisión y sus reivindicaciones. Un ejemplo es la
defensa que tuvieron que hacer del rally Dakar, una de las expresiones más representativas
del neocolonialismo capitalista, financiado por transnacionales, muchas
depredadoras de la Madre Tierra. Siguiendo el libreto oficial, lo incluyeron
entre sus banderas de recuperación de la dignidad, del orgullo nacional y de la
autoestima boliviana pisoteada, porque estos eventos internacionales, como
Quintana cree, son necesarios para cambiar nuestra triste condición de
“ciudadanos de tercera categoría”.
Tanta contradicción con el discurso
pachamamista e indigenista inicial le ha obligado al Gobierno a un proceso de
resemantización, muy característica de los discursos políticos, la cual
consiste en la recomposición de discursos pasados o de otras ideologías, a los
que se les inyecta significados nuevos. El rally Dakar, el satélite, las
carreteras, los aviones y autos de lujo, las concesiones de áreas protegidas a
la explotación transnacional se han vaciado de sus significados ligados al
capitalismo, al relato neoliberal y de la globalización, y se están utilizando
como expresiones de soberanía, orgullo y dignidad. Desde esta lógica, las
transnacionales que trajo Gonzalo Sánchez de Lozada eran malas porque fueron
impuestas por el Imperio; las que trae Evo son buenas porque él, símbolo del
antiimperialismo, tomó la decisión.
Real y metafóricamente, para
desconcierto de Coquehuanca, la Era de la Coca-Cola está plenamente vigente,
tanto que llegó en avión a traerle una de las más grandes alegrías a nuestro Presidente.
Las políticas neoliberales ahora son revolucionarias, y subirnos al carro del
capitalismo, con su consumismo, su depredación y todo, es un acto de dignidad y
soberanía, porque el pasado ha sido reemplazado por las pretensiones
primermundistas, y Túpac Katari se ha convertido en satélite.
¿Y todavía
los indígenas y campesinos afines al MAS siguen creyendo que el enemigo es la
Embajada de EEUU?
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