Promos: amistades entrañables
La etapa escolar es una experiencia sobre la que no hay consensos; para muchos, una etapa placentera y para otros, tortuosa. No decide vidas, no forja futuros ni abre puertas; la escuela es, en general, un lugar de falsas expectativas, aprendizajes incompletos, incertidumbres que no se superan.
¿Y por qué cuesta tanto dejarla? La
respuesta está en lo único que le da
sentido, los locos compañeros, esos que te arrastran a la chacha general, a la
chacota, a las primeras transgresiones; esos que convierten el aburrimiento en
jolgorio; esos que te enseñan el significado de la amistad.
Concluir el colegio es un momento
doloroso, sin embargo, el mundo, con sus novedades, sus inesperados cambios,
sus enormes exigencias, aturde, violenta, no permite extrañar. Así, salvo que
alguno se haya quedado en el círculo íntimo, los compañeros se alejan, la
distancia se los lleva y el tiempo se ocupa de cambiarles los rostros, los
cuerpos, las aficiones.
El tiempo también se ocupa de presentarte
nuevos amigos, compañeros de Universidad, de trabajo; trae parejas, hijos. Cada
tanto una nueva etapa se configura, esta exige crecer, reinventarse, adaptarse,
cambiar, avanzar. Entonces, ¿qué sentido tiene mirar hacia atrás? O mejor, ¿por
qué insistimos en mirar hacia atrás?
Es que mirar hacia la etapa
escolar no es mirar hacia atrás, sino hacia dentro; esos locos están metidos
en la mente, ocupan los espacios de los recuerdos felices. Esos a quienes
recuerdas irresponsables, tercos, desequilibrados o dulces, tímidos, “corchos”,
amorosos, se han quedado en tu corazón, aferrándose a sus conexiones más
sensibles; esos chiflados se han incrustado en tu alma.
Pasan los años, y los sinsabores
van ordenando las prioridades; los reencuentros esporádicos, que eran casi
exclusivamente una rememoración de los viejos tiempos, cambian de rumbo. Ya no
importan las farras, la fiesta. La vida se hace valorar, nos hace vulnerables;
a través del dolor, nos enseña nuestra propia mortalidad. La enfermedad toca
las puertas y un compañero se va. Su partida nos sobresalta, nos estremece; ¿por
qué no nos esforzamos un poco más por verlo, por compartir, por cumplir sus
ganas de estar juntos?
Reunirse entonces ya no es una
posibilidad, sino una necesidad. Nos reencontramos y el presente cuenta; es un
momento de construir nuevos recuerdos, de abrazarnos, de abrazar nuestras
vidas. Vernos después de meses, de años ya no es una barrera; una hora de conversación
es suficiente para ponernos al día, para acercarnos, para despertar el cariño.
Y cómo no abrirle el corazón a quien nos recuerda a nuestra mascota de
infancia, al que revive nuestras manías, al que se acuerda de nuestros primeros
amores, de nuestras primeras decepciones, al que refresca nuestra memoria, al
que completa esas imágenes que el tiempo estaba borrando.
Solo con ellos podemos cantar,
bailar, bromear con libertad; solo con ellos podemos reír hasta llorar, hasta
que nos falte el aliento, nos duela el estómago, se nos pierda la voz. Queremos
congelar esos momentos, alargarlos, y los grabamos en fotos, en vídeos, en nuestra
memoria.
Nos despedimos con pesar, extrañándonos,
añorando un nuevo reencuentro. Y nos damos cuenta de que nos queremos, a pesar
del tiempo, de la distancia, de los caminos diferentes; nos queremos
entrañablemente.
(Para ustedes, Promo 86, y en especial para
Mónica, Orlando, Marcos y Cinthia)
Gracias querida Patricia por tan conmovedor y precioso artículo. Bellas palabras, válidas para todos, de todas épocas, de cualquier colegio y en cualquier lugar. Felicitaciones y un abrazo.
ResponderEliminarMi hermosa Paty, la elocuencia con la que tienes capacidad de escribir me ha sacado unas lágrimas y me ha transportado nuevamente a esos Años Maravillosos. Te agradezco por eso y por tu linda amistad!
ResponderEliminarSiempre tan generosa, querida y reencontrada amiga.
EliminarMuy emotivo, gracias por tus palabras que nos recuerdan lo bueno que fué estar en esa gran familia musical.
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